El
Tocaor
La evolución del tocaor
flamenco a través de los tiempos ha sido notable. En su aparición en los
Cafés Cantantes, solamente le podía dar al cantaor dos tonos: uno, “por
arriba” (en MI), y el otro, “por medio (en LA). Su técnica era muy rudimentaria:
los picados, arpegios y trémolos, tan comunes hoy, le eran totalmente desconocidos.
Tocaba casi exclusivamente con el dedo pulgar, hasta que, poco a poco, comenzó
a utilizar los dedos restantes, e inclusive algunos golpes de caja realizados
con las uñas. Con el correr del tiempo, inventó la cejilla, para adaptar
el sonido de la guitarra a la voz del cantaor (aún hoy aquella sigue siendo
un elemento importantísimo en el acompañamiento del cante) y también para
darle al solo de guitarra un tono más agudo y brillante.
Desde aquellos comienzos hasta llegar a los concertistas flamencos de nuestros
días, el papel del tocaor ha ido ganando importancia, constituyéndose en
pilar y base de sustentación de todo espectáculo de arte flamenco, admirado
y respetado en el mundo entero. La trilogía en la cual se asienta el arte
flamenco está formada por la guitarra, unto con el cante y el baile. El
intérprete de la guitarra es, sin duda, el más sacrificado de la trilogía
pues debe, además de tener un perfecto conocimiento de todos los toques
con sus respectivas falsetas (variaciones melódicas montadas sobre el ritmo
del toque), conocer todos los bailes y los cantes con sus derivados. Debe
tener en cuenta que no es lo mismo el toque para bailar que para cantar
o para solo.
Si se toca para bailar o cantar, debe remitirse al papel de digno acompañante
y ejecutar falsetas apropiadas que no se excedan y conviertan en adornos
superfluos, pues pecaría de concertismo. Si lo hace como solista, deberá
utilizar las falsetas con vuelo, inspiración, técnica, originalidad y respeto
por las raíces auténticas que esa calidad y responsabilidad le exigen. Todo
esto se complica aún más cuando en un cuadro (número con cante y baile),
debe seguir los diferentes tiempos del bailaor con los cambios de tonalidad
del cantaor, siendo todo ésto factible de de sufrir variaciones imprevistas
debido a la inspiración momentánea que los artistas pudieran tener. Podemos
agregar que, mientras en el acompañamiento para el baile el toque ejerce
un dominio directo sobre los pasos y mudanzas del bailaor, (debiendo el
guitarrista seguirlo en sus llamadas y desplantes), en el acompañamiento
para el cante, el toque debe cumplir una misión de complemento rítmico y
tonal, preparando la atmósfera y el aire para la inspiración interpretativa
del cantaor y acompañarle hasta el desenlace. Podemos decir que, mientras
en el primer caso es un monólogo, en el segundo debe ser un diálogo.
La técnica del tocaor moderno ha progresado a pasos agigantados, mucho más
rápido que la de los restantes integrantes de la trilogía. Esto es debido,
por un lado, a la evolución de la industria discográfica (gracias a la cual
los tocaores podemos escucharnos unos a otros y perfeccionarnos), y, sobre
todo, al estudio de otras técnicas musicales, como la clásica, el jazz y
la música latinoamericana (sin olvidarnos de las escuelas orientales, que
son nuestras raíces más profundas) Quizá, en esa incesante búsqueda de perfeccionamiento
y evolución (signo vital del ser humano), se hayan cometido algunos excesos
y desviaciones, debido posiblemente al olvido de las raíces auténticas o
a la ambición comercial. Pero el tiempo todo lo purifica, como ha ocurrido
tantas veces, y el tocaor y su guitarra seguirán dignificando el arte flamenco
y llevando a todos los públicos del mundo su arte incomparable.
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