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Juanjo
Domínguez |
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Martes
30 de julio de 2002, 18hs. Nos encontramos con Juanjo Domínguez, uno
de los guitarristas argentinos más impresionantes.
Café de por medio, le preguntamos acerca de su vida y su pasión, la
guitarra.
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¿Cuándo
fué tu primer contacto con la guitarra?
Fué a los cinco años, mi viejo tocaba un poco la guitarra y
estaba jugueteando con una melodía que no le salía y yo mentalmente
sabía lo que él estaba buscando, entonces le pedí la guitarra
y lo toqué; a partir de ahí mi viejo no tocó más la guitarra y se
dedicó a mandarme a estudiar.
¿Dónde estudiaste?
Estudié en la academia Oliva de Lanús, ahí me recibí de profesor elemental
de guitarra, teoría y solfeo a los doce años, y me dieron una beca
para estudiar en el Julián Aguirre de Lomas de Zamora, donde hago
los estudios con María Angélica Funes, que fue alumna de María Luisa
Anido. A los quince tenía el estudio preparado para dar el exámen
de concertista, y no lo rendí porque me gustó la música popular; aparte,
en esa época había empezado a hacer algunas grabaciones, así que largué
todo.
¿Cómo abordaste la música popular?
Lo popular yo lo venía orejeando paralelamente con los estudios clásicos,
pero no lo quería hacer descaradamente frente al profesor. Venía escuchando
discos, me gustaban los cantantes de tango, es más, empecé a acompañarlos,
a los de música melódica también, me gustó todo eso y me sentí atrapado.
Con la música clásica me sentía encasillado, aún hoy me siento así.
Por eso, para no faltarle el respeto, no la hago.
¿Cuándo empezaste a trabajar con la guitarra?
A los catorce o quince años ya empiezo a acompañar cantantes de tango
de esa época: a Alberto Morán, Alberto Echagüe, Podestá, Laborde.
Paralelamente a eso me junto con un trío melódico llamado Los Antonios,
y empezamos a hacer valses peruanos y boleros acompañando a un cantante
de esa época, un fenómeno, se llamaba Bienvenido Carlo; y después
se vienen todos los demás cantantes: María Graña, Falcón, Chango Nieto,
María Marta Serralima, Horacio Guaraní, Mario Manzanero, el Polaco
Goyeneche...
¿Alguna anécdota de esa época?
Miles, pero lo que siempre tengo de todos ellos es un buen recuerdo.
Acompañar al Polaco era un placer, porque él no era un cantor,
era un músico; nunca escuché un fraseador como él, un tipo de oído
absoluto, el no sabía en qué tono cantaba Malena, pero te la tarareaba
y ése era el tono, la tenía muy clara. Yo soy un admirador de los
tipos con talento, y Horacio Guaraní es un talentoso, a pesar de lo
que se diga. El carisma del cantor empañó la faceta autoral. Horacio
es más autor que cantor, fijate que todos los temas son hermosos,
tienen una melodía impresionante.
¿Cuántos discos llevás grabados en tu carrera?
Llevo más de cien grabaciones; como solista, cinco discos para EPSA
Music, pero grabé para la CBS en Alemania, Francia, Turquía, Austria
y cuatro disco en Japón de los cuales el último con temas de Astor
Piazzola está por salir allá y quizás después lo saquemos acá.
¿Qué estás haciendo en estos momentos?
Estoy por empezar un disco que se va a llamar “Otra cosa con guitarras”,
que son todos temas relacionados con “Guitarra mía”, “Vieja viola”,
“Guitarrero”, “Dos guitarras”... Vamos a grabar un disco con Viviana
Vigil, cantante de folklore y tango, y uno con Julio Pane a dúo. Giras
en noviembre por España, Italia, Francia y para el año que viene vamos
a Japón para promocionar el disco con temas de Piazzola. Toda esta
gira la hago con mi grupo: mi hermano Raúl en guitarrón, Miguel Vignola
y Rubén Díaz en guitarras.
¿Cómo ves a los guitarristas argentinos que
están empezando a tocar tango y folklore acá en Buenos Aires?
Yo creo que a la cosa hay que prestarle más atención; vos fijate que
yo tengo cincuenta años y te estoy diciendo que a los catorce acompañaba
a cantores de tango, o sea, tengo una experiencia de esto, sé de qué
se trata. Creo que a los guitarristas les falta agarrar esto con más
seriedad, no se trata de decir voy a tocar un tango; hay que tocarlo
como corresponde, bien, son nuestras raíces, nos representan en el
mundo. Cuando vas a tocar un tango tenés que pensar que vas a tocar
la Polonesa, la Marseillesa o algo de Chopin, no es joda. Pero veo
que la juventud se está esmerando. El asunto es que no lo ridiculicen.
A mí me emocionaba acompañar al Polaco, a Podestá, le ponían toda
las ganas, y de pronto ahora me da vergüenza ajena cuando sale un
tipo que no conoce el tango y lo ridiculiza, que toma del pico de
la botella en el escenario... Esas cosas no las hacen los tangueros.
Vos agarrás las fotos de Gardel, de las orquestas de Troilo, estaban
todos impecables, aparte de que tenían una calidad excepcional, y
ahora parece que se atreve cualquiera; encima yo escucho y no lo hacen
bien.
Entonces creo que hay que esmerarse un poco más y no ridiculizarlo,
porque hablar del tango es como hablar de la vieja, si le faltamos
el respeto, ya está, perdemos todo. Te cuento una anécdota: en abril
del año pasado fuimos a tocar a Taiwán, teatro lleno, y los taiwaneses
no tienen la obligación de entender nuestra música, y la segunda parte
del tango “A media luz” la estaban tarareando; a mí me emocionó, porque
no me estaban tarareando a mí, sino al tango. Por eso hay que agarrarlo
con seriedad, saber cuál es la esencia, como lo hace Paco en
el flamenco, él no toca en joda, por eso es que de pronto el es el
mejor. El hace su música, la que mamó de pibe.
¿Me podrías explicar qué diferencia tu técnica de la de otros guitarristas?
Todo el mundo tiene que buscar su personalidad. Yo tenía una idea
que me la confirma María Luisa Anido, en un comentario que ella hace
para Europa de mí; ella dijo: “según Berriós, la guitarra es una orquesta
en miniatura, y eso se confirma con Juanjo”. Eso es lo que yo siento
al tocar; recuerdo cuando estaba tocando”Recuerdos de la Alhambra”,
me parecía chica la obra para la guitarra, me parecía chico un trémolo
en una cuerda, muy flaquito, entonces pensé porqué no hacer que suene
a tres voces, y yo hago trémolo en tres cuerdas. Hago escalas a dos
voces, vertiginosas, y a veces eso fué criticado, la “pirotecnia”.
Yo no sé si soy talentoso, pero si tengo talento, estas cosas son
parte de él, porque yo conozco a otros guitarristas que no son veloces
y no tienen un gran armado armónico, yo me empeño por eso. Otra diferencia
es que los moldes que yo tengo ya no viven. El molde mío fue Agustín
Barrios, escuché muchas grabaciones de él, y también muchos comentarios,
porque soy amigo de su nieto. Yo lo puedo imitar, pero lo imito imaginándome
cómo tocaría él ahora. Esto es lo que me contaba el Polaco de lo que
le decía Troilo a sus cantores: “escuchen a Gardel, no van a cantar
nunca como él, pero esa es la escuela”.
Paradójicamente, éstos guitarristas que te puedo nombrar como Barrios,
Alirio Díaz, son guitarristas populares. Me encanta Andrés Segovia,
pero me parece que el vuelo que le ponen éstos es otra historia. Hay
siete u ocho versiones de danza paraguaya por Díaz, todas distintas,
y ninguna es como está escrita, eso te da la pauta de que, como decimos
nostros, era orejero: escribía una cosa, pero después tocaba lo que
se le venía a la mente. Los músicos célebres empezaron así; por eso
Bach, Mozart, Beethoven, Chopin, desbordaban como músicos porque no
tenían la traba de la partitura. La idea es que primero hay que ser
buen guitarrista, y después podés tocar cualquier cosa, ya sea clásico
o popular. Yo he visto a Julián Bream, que después de un concierto
clásico, agarraba una guitarra eléctrica y tocaba Jazz con una púa.
Eso es lo que hace Alirio Diaz, toca clásico y después sus valses
venezolanos, con la misma dulzura ¿por qué? Son buenos guitarristas.
Cuando tocás un tema, ¿escribís el
arreglo antes o lo vas improvisando?
Los arreglos me los imagino. Cuando toco sólo, prácticamente son improvisados,
pero cuando arreglo para el grupo, lo preparo de antemano, pero dejando
siempre mi parte libre. Con mi hermano hace como treinta años que
tocamos juntos, así que ya me conoce hasta la mirada, con Rubén también;
lo importante es que ellos saben la sorpresa, ellos saben si una improvisación
no la hice igual y saben que siempre vamos a terminar parados los
cuatro. Soy un ferviente admirador de la improvisación.
Con ésta capacidad de improvisar que tenés,
¿pensaste alguna vez en tocar jazz?
Lo he hecho, en los primeros viajes a EE UU. Hice jazz tipo Dixieland,
tirando a la onda que hacía Oscar Aleman, porque este es el jazz más
entendible para nosotros. Repito: soy muy respetuoso de todo esto
y, lo mismo que en la música clásica, puedo hacer algo de Chopin,
pero no me meto de lleno en eso, porque hay gente que se prepara para
eso, y en el jazz también hay que tener cuidado. De pronto en Manhattan,
ví a un muchacho tirando la manga, tocando la viola, y la hacía de
goma, porque ésa es su música, por eso me parece que sería una falta
de respeto ponerme a tocar eso porque no lo voy a hacer bien.
¿Cómo pensás a la hora de improvisar una
canción?
Creo que todo está incorporado, aunque hay fórmulas. Fijate, Bill
Evans tiene como 16000 fórmulas para improvisar. Mañana me vas a hacer
estas mismas preguntas y yo te voy a contestar con otras palabras
pero te voy a decir lo mismo, eso es improvisación. No le tengo miedo
a tocar sin red. Esto lo he practicado mucho tiempo con Marconi. Estuve
tocando con él ocho años; era como un juego. Decíamos ¿qué tocamos
mañana? Mañana veremos. Un tango que estaba en un tono lo cambiábamos
a otro en el momento, arriba del escenario, como para probar la improvisación;
eso lo hice toda mi vida, y lo seguiré haciendo. Te cuento otra anécdota:
en una gira en Japón, di 64 conciertos, donde el repertorio me lo
dejaban elegir, pero había un tema, la cumparsita, que era obligado;
o sea, que la toqué 64 veces, y creo que ninguna fue igual; la cambiaba
de tono, hacía distintas variaciones, y uno de los japoneses me preguntó
que cómo era que tenía todo eso escrito y yo le respondí que no estaba
escrito. Los japoneses no entienden muy bien lo de la improvisación;
son muy esquemáticos. Para mí es como un juego, y el día que no lo
pueda hacer, dejaré de tocar la guitarra. Hay un triángulo que se
forma entre mi mente y mis manos, y el día que eso falle, sonamos.
¿Qué guitarristas admirás?
Hay muchos. Admiro a todo aquel que demuestre interés, predisposición,
seriedad y respeto por la cosa. Me gusta Grela, y también reconocí
la personalidad de Adolfo Verón. Eduardo Falú tiene una personalidad
y un sonido impresionantes. No son guitarristas catedráticos, sino
que tienen un estilo propio. Fijate BB King, toca siempre en la misma
posición, con dos dedos, no desborda en volocidad, pero el tipo es
BB King... Me gustan los que tienen raíces, los que le dan pelota
a la cosa.
En el disco que grabaste junto a Raúl Barbosa
se percibe un diálogo intenso entre la guitarra y el acordeón, ¿esto
fue todo improvisado?
Sí, fue improvisado, ahí nos contábamos cosas; fue grabado
en diez horas, aproximadamente. Con Raúl nos conocíamos hace como
veinte años. El disco fue como regalarnos algo para nosotros. Al otro
día el se volvió a Francia. Algo parecido es lo que quiero hacer con
Julio Pane.
¿Cómo monitoreás la guitarra y grabás en
el estudio?
Siempre grabé con guitarra criolla y para monitorear uso un micrófono
cerca de la boca, otro más alejado, y uno aéreo casi a la altura de
mi cabeza. Las grabaciones mías las mezclo yo, yo sé lo que quiero.
Trato de que el sonido salga lo más real posible; no le pongo cámara
ni brillo, busco que sea plano, ahí se notan más los matices que hago
cuando estoy grabando. No le doy pelota a las impurezas. Yo tengo
el defecto que cuando toco, respiro fuerte y sale en la grabación,
y lo dejo; sino seríamos una máquina, y ahí sonamos. Te cuento: en
muchas grabaciones de Troilo, había un ruido que se escuchaba, y no
podían saber de dónde salía, y después se dieron cuenta que Troilo
cuando tocaba, gemía... ¡Sabés que lindo! Eso es parte de uno.
En el último disco, “Mis tangos preferidos
2”, hay cuatro temas que no son tango. ¿Son un homenaje?
Fuimos a un festival de tango en Roma, y una vez terminado nuestro
repertorio nos pidieron un bis, y teníamos preparado “Torna a Surriento”;
lo hicimos, y tuvo tanta repercusión que tuvimos que repetirlo, entonces
lo incorporé al disco como un homenaje. En Japón, en una de las últimas
giras escuché un tema que se llamaba Sapporo, y me pareció hermoso,
entonces lo incorporé también. “Abril en Portugal”, fue hecho en Lisboa,
y es como un tango, es impresionante el gancho que tiene. Yo siempre
toqué “Parlez moi d’amour”, es un vals francés que identifico mucho
con nosotros. Fijate que en el año ’32 lo grabó Gardel. Yo le moví
un poquito el ritmo para el lado del tango.
¿Qué consejo le darías a un pibe que recién
está empezando por el camino de la guitarra?
El que quiera ser guitarrista, que se esmere primero por conocer el
instrumento; después vienen los libros, o no, porque hay un montón
de guitarrista que no cazaron los libros, y han sido buenos guitarristas:
Oscar Aleman, Grela... Esos tipos se dedicaron a conocer el instrumento.
A veces, que no le den tanta pelota a los libros, aunque por esto
muchas veces tengo discusiones con profesores académicos. Yo quiero
que el tipo domine el instrumento, y después que toque lo que le gusta.
Y en la parte técnica, en la medida que pueda, ponerla en su comodidad.
Siempre doy un ejemplo: cuando vos comprás un auto, el asiento no
viene fijo, viene para que lo acomodes más adelante o más atrás; hacé
de cuenta que la guitarra es lo mismo. ¿Porqué vas a poner la pierna
en un banquito, si no te sentís cómodo? Si te sentís cómodo poniéndola
sobre la pierna derecha como lo hago yo... La guitarra no se toca
con una posición ni con una cara, la guitarra se toca. Vos tenés que
cerrar los ojos y escuchar, y ahí te das cuenta si un guitarrista
es bueno. Escuchás una grabación que te gusta, ¿y qué sabés si el
guitarrista no grabó en patas?
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